La aspiración de todo candidato es construir una marca triunfadora en la política electoral.

Por: Carlos Salcedo (carlos30salcedo@hotmail.com)

Las campañas electorales se ganan o se pierden a nivel estratégico y táctico. Quien mejor diseñe una estrategia e implemente un movimiento táctico, tendrá mayores probabilidades de obtener la victoria (Valdez y Huerta)

La visión de quien aspire a dirigir el país es un instrumento de obligada difusión para que el electorado pueda aquilatar sus conocimientos, experiencia, compromisos, carácter, hoja de vida, capacidad, profesionalidad, niveles éticos y el contenido de sus planes, proyectos y acciones, extendido esto al equipo que lo acompañaría en las tareas propuestas.

 Si bien lo anterior es cierto, la estrategia política no puede verse como una manera permitida, por ser parte de la campaña electoral, de "fabricar" una imagen maquillada, distorsionada e irreal del candidato, solapando el verdadero propósito de sus aspiraciones, las prácticas antidemocráticas y negadores de todo principio ético puestos en práctica por él, habiendo sido parte de la administración pública en algún momento o serlo actualmente, directa o indirectamente.

Ganar seguidores y votantes recurriendo a todo tipo de trampas, negociaciones de cuestionable moralidad y viabilidad institucional o perjudiciales para la colectividad, con fines de garantizar u obtener posiciones, beneficios o canonjías y ocultar la verdadera forma de ser del candidato, el contenido cierto de su proyecto político y sus  auténticas intenciones, de llegar a ocupar la más alta magistratura del Estado, es una burla y un engaño para quienes confían en la integridad y fidelidad a los principios, valores, planes, proyectos y acciones que necesita el país para desarrollarse de parte de sus líderes políticos.

La estrategia política electoral al servicio de la falsedad para ganar adeptos a toda costa es un truco perverso que medra la fe ciudadana en los líderes políticos y pone en juego nuestro infortunado sistema democrático.