Por Mauricio Toribio

No pretendo para nada, llevar con mis artículos o comentarios; pesimismo, desasosiego o palabras desalentadoras sobre todo a los jóvenes, más que todo es para ellos que escribo y los mismos  me siguen fielmente por las redes sociales. Son  ellos los llamados el futuro de la patria por eso es que quiero sembrarles optimismo ante todo.  Desde el 12 de agosto de 1999 cuando se tomara esa fecha como parámetro para desde ahí fijarse oficialmente como  “día mundial de la juventud”, la idea me fue agradable  y al mismo tiempo manifesté mi preocupación porque estaría incompleta ya que a mi humilde entender está carente de elementos y factores claves que avalen esa propuesta para que la misma no seas un simple recordatorio sino más bien la antesala a lograr un porvenir promisorio para ellos.

La juventud tiene un peso histórico que jugar en toda sociedad y más en esta que estamos viviendo, por lo que considero que debemos velar más y estar más pendientes de sus acciones, de su preparación física y mental y de su destino, cosa que no se está dando desde hace muchos años y que cada vez  crece vertiginosamente y de forma alarmante el número de jóvenes desorientado y sin rumbos, que por la carencia de oportunidades tienen que transgredir o hacer cosas que más que beneficiarlos, les truncan sus sueños.  La pérdida de valores entre ese sector es enorme y la misma sociedad en que estamos viviendo es la misma sociedad culpable de que eso este pasando.

A diario vivimos denunciando y señalando males sociales que nos afectan como seres humanos, pero pocas veces hemos puesto el dedo sobre la yaga y mucho menos nos hemos unidos en la búsqueda de las soluciones a dichos problemas.  Entre hablar y culpar se nos pasa el tiempo, mientras que la yaga sigue creciendo a pasos agigantados.  El ajetreo constante a que estamos siendo sometidos, la falta de principios y valores, la falta de oportunidades para nuestros estudiantes cuando salen de una universidad o después de cursar una carrera técnica, así como el poco incentivo o el desinterés de la clase gobernante para que los gobernados adquieran una buena preparación intelectual y profesional hacen que los jóvenes pierdan la fe en el sistema y prefieran dedicarse a otras actividades que casi siempre están ligadas a lo fácil, para no mencionar la palabra “ilícito”.

Somos culpables todos, los gobernantes porque no tienen el interés y nosotros que a sabiendas de eso botamos por ellos, eligiéndolos para que sea más de lo mismo cada cuatro años y para que siga creciendo el número de jóvenes que se lanza a las calles a cometer actos delictivos por, como dije anteriormente; la falta de oportunidades para su desarrollo. Mientras tanto, todos nos sentamos a lamentarnos en vez de que cada familia coja a sus hijos y de una manera u otra los obligue a prepararse.   Por estas y muchas otras razones, considero que la proclama del 12 de agosto como día mundial de la juventud debe complementarse con medidas tendentes a buscarles soluciones verdaderas a las crisis de principios y las faltas de valores que azota a nuestra juventud, que no lo deja crecer y desarrollarse como se debe para que ellos sean en verdad el “futuro de la patria”, y más aún, el futuro ¨ DEL MUNDO ¨ en que vivimos.